Sobre el autor del relato
Fernando es Director Creativo de Kinématon. Entre sus series fotográficas documentales pueden citarse Hibernando, Microgarden, Isleños, Inmigrantes rusos en Argentina, Empleados, etc.. Es autor del ensayo "Sintaxis fotográfica" y seminarios como "Lenguaje fotográfico y discurso de autor".
Ha escrito una serie de cuentos sobre fotografía, además de relatos de diversas temáticas, crónicas y notas de opinión sobre diseño, publicidad e imagen corporativa.
Miro la ciudad a través del lente y veo un gran organismo informe: obreros, vendedores, limpiavidrios, policías, jóvenes, ancianos, ejecutivos, motociclistas, taxistas... Personas que, cada cual a su manera, muy seguramente buscan la felicidad.
Veo niños pidiendo limosna, vagabundos, ancianos abandonados a su suerte y mugrientos y hediondos indigentes.
Movido por el sentido de la oportunidad, la humana curiosidad, o la inexplicable atracción al abismo, cedo al impulso de registrar cada situación.
Cada encuadre en mi cámara refleja un íntimo y silencioso drama. No necesito la cámara para ver cuestiones subyacentes: desdén, angustia, sufrimiento, indiferencia, indolencia, injusticia...
Me debato ante la disyuntiva de ser testigo de las desgracias ajenas o, de alguna forma, aunque sea mínima, intervenir en esa realidad que me desagrada y me incomoda.
Terminada la jornada, emprendo el regreso.
Ya en casa, guardo mis equipos fotográfios y me permito relajarme. Me siento en el sillón del living y cierro los ojos tratando de poner mi mente en blanco.
Cinco minutos de silencio y quietud bastan para restaurar lo que creía cansancio físico.
Respiro hondo y me desperezo como si acabara de despertar de un largo sueño.
Sé lo que sigue: el placer de una ducha caliente, la cena, un té con limón, una breve dispersión recreativa y el cierre del día con el cálido cobijo de un sueño reparador.
Me levanto del sillón, bebo un refresco y tomo la esperada ducha. Mientras preparo la cena, hojeo el periódico del día.
Terminada la cena, lavo la vajilla, pongo a hervir agua para el té y me siento en mi computadora para responder correos. Tomo el té y doy por concluido el día.
Me retiro a mi cuarto, y me acuesto. Al cerrar los ojos reflexiono sobre mi aventura fotográfica urbana y experimento el inmenso alivio de no pertenecer a esa masa de desdichados que fotografié durante todo el día. Seguiré así con mi vida, sobreviviendo, buscando felicidad y confort, cuidando de no caer en desgracia.
De la experiencia del día quedan las fotografías, mudos testigos de mi indolencia.
Cine, video, Fotografía, diseño, ilustración, literatura y cultura en general.
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